CRONIQUILLA
LA PEGADITA
Orlando Clavijo Torrado
¿Vamos a Ocaña? – me dijo mi esposa. ¡Y a quién le hablan de ir a Ocaña! De modo que sin ponerme muy bravo me le pegué – ella es defensora pública – el fin de la primera semana de este mes. Se trataba de asistir a una tripleta de actos, a saber, la inauguración de la sede de la Regional de la Defensoría del Pueblo, la condecoración con la estatuita de la Columna de los Esclavos al Defensor del Pueblo y el lanzamiento del Defensor Público que orientan los colegas y amigos Libardo Iriarte Oviedo y Juvenal Valero Bencardino, quienes me invitaron a escribir en tan importante periódico.
La sede de la Regional atenderá el sur del departamento de Bolívar, la subregión del Catatumbo y la provincia de Ocaña en cuanto concierne a la amenaza contra los derechos humanos o su violación y la aplicación del Derecho Internacional Humanitario, utilizando un novedoso y efectivo recurso consistente en la “alerta temprana”.
La administración municipal se lució en todo. Quiero reseñar de inicio el discurso improvisado de su burgomaestre en la solemnidad de reconocimiento al Defensor del Pueblo, Volmar Pérez Ortiz, como el hijo más ilustre y destacado de la provincia y del Norte de Santander a nivel nacional, evento desarrollado en el salón ceremonial del Complejo Histórico de San Francisco. ¡Qué orador es el joven y capaz alcalde Yebrail Haddad Linero! Hago hincapié en que no es cualquier orador sino un orador profundo, intelectual de alto vuelo, versado a conciencia en el Derecho Público cual corresponde a su brillante carrera de abogado. En verdad que mantuvo a la audiencia al filo de la silla, encantada y admirada. Dígalo, si no, Lalo Páez, presidente de la Academia de Historia de Ocaña, que estaba a mi lado.
Alabo el habérmele pegado a mi mujer en los actos en honor al doctor Volmar – incluidos el coctel en San Francisco y el almuerzo en el hotel Hacaritama - pues de otro modo me hubiera perdido de ver y oír tanta manifestación artística y cultural como las danzas infantiles conducidas por Margarita Vélez, la ejecución de un estupendo clarinetista y, para culminar con broche de oro, la presentación del conjunto de Niños Cantores del Vallenato de Valledupar, los mismos que le cantaron en la Casa Blanca a los presidentes Clinton y Busch. ¡Hasta por sus atuendos, qué espectáculo tan hermoso! Me informaron que el conjunto lo componen 38 niños y niñas, de los que había allí 28. El intérprete más pequeño, que casi no puede con el acordeón, frisa los diez años. Pero menor que él está un cantante que hace un show simpatiquísimo, de unos seis o siete años.
A las doce y media de la noche del viernes 3 se apagaron la docena de acordeones, las cajas, las guacharacas, las guitarras y las preciosas y tiernas voces en la plazoleta de San Francisco, que estaba colmada. Todo el mundo se marchó con una grata sensación de melodías y con inmensa gratitud hacia los gestores del acontecimiento.
Ya que les referí todo esto, díganme, amables lectores, si valió la pena o no la pegadita. Además de traer el incomparable pan de ahí del parque.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
Cúcuta, 6 de abril de 2009.
miércoles, 8 de abril de 2009
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