miércoles, 13 de febrero de 2013

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” EL ASESINO Orlando Clavijo Torrado Los verbos oír y escuchar están bien diferenciados. Oye el que capta el sonido, y escucha el que no solo percibe el sonido sino que asimila el contenido o el mensaje. Por ello se ha sostenido que escuchar es un arte. Entonces, decir que hay que escuchar con atención suena a pleonasmo. Pero hace falta repetirlo: se debe escuchar con atención, con interés, con fidelidad y con un buen propósito. No escuchar bien, con distorsiones, puede ocasionar no solo malentendidos sino agravios, disturbios y hasta tragedias. En cierto pueblo había una señora que adolecía de ese defecto: escuchar a medias. Y vean ustedes en las que metió a un fulano. Pongámosles nombres a los personajes: a ella la llamaremos Eufrasia y a él Ruperto. Resultó que Ruperto compró un cerdo, lo llevó a su finca y lo metió al corral para su engorde. Decretado el día de su muerte, fue a buscarlo pero el animal olió el tocino, léase su suerte, y aprovechando que había quedado mal amarrado, se escapó de la marranera. El hombre lo persiguió por las sementeras hasta que logró darle alcance en un zanjón, el preferido del gruñón para revolcarse; allí lo sometió y le propinó un garrotazo. El cochino aún así tuvo fuerzas para levantarse y emprender de nuevo la huida de manera que el dueño, en vista de que le tomaba ventaja, tomó una escopeta y le disparó certeramente. Cuando llegó al sitio en donde agonizaba, le asestó una cuchillada y ya el puerco estiró las pezuñas. Ruperto contaba estos episodios con mucho entusiasmo a quien se le atravesara, pero todo varió el día en que se encontró con un compadre y comenzó a narrarle aquello. Eufrasia llegó al lugar, cerca de ellos, cuando Ruperto, echándole picante al cuento, le narraba a su contertulio: “Vea, compa, ¡qué tipo tan duro para morirse!; ¡y cómo chillaba!, ¡qué cuero tan duro, a pesar de ser tan blanco!; primero le pegué un garrotazo, se paró y salió corriendo y a la distancia lo derribé de un tiro, luego me acerqué adonde él cayó, le metí una puñalada por la barriga y ahí sí entiesó las patas”. Por supuesto, cuanto oyó Eufemia fue esto último. Su asombro fue mucho. Y su escándalo. Mas no indagó de qué y de quién se trataba. De inmediato buscó a sus amigas para regar la fama de Ruperto como asesino; las viejas les contaron a sus esposos y así el cuento lo supo todo el pueblo. Ruperto empezó a sentir miradas de reproche y desprecio; lo esquivaban sin disimulo. La gente se preguntaba por qué él pasaba frente a la estación de Policía y allí no lo capturaban. En el mercado público lo señalaban en voz baja. “Lo acribilló miserablemente”, comentaban unos; “lo mató con todo lo que tenía, palo, cuchillo y pistola”, murmuraban otros; “era un hombre blanco y simpático, todo un papacito”, se lamentaban las muchachas; “el tipo no era de por acá”, coincidían todos. En vista de situación tan embarazosa Ruperto abordó resueltamente a su amigo más querido y le preguntó por la razón de que todo el mundo lo estigmatizara. El amigo le explicó: - ¡Hermano! ¿Le parece poco lo que usted hizo? - ¿Y qué fue lo que yo hice, hermano? , preguntó Ruperto. - Pues nada más ni nada menos que rematar en un callejón a un señor de piel blanca a palo, cuchillo y plomo. Y aseguran que usted no le perdonó la vida a pesar de que el hombre corría y gritaba. - ¡Por favor, hermano!, protestó Ruperto. ¡Yo qué voy a matar a nadie, a un ser humano! ¿Asesino yo? ¡Al que maté fue a un marrano blanco! Comprendido todo, los dos amigos no tuvieron más que echarse a reír. Ruperto todavía quedó intrigado por la causa del embrollo y se dio a cavilar de dónde había salido un cuento tan inverosímil. Pronto encontró la respuesta: ¡Claro, la chismosa de Eufrasia! orlandoclavijotorrado.blogspot.com 12 de febrero de 2013

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Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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CERCA DE LAS ESTRELLAS

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50 años del Diario La Opinión

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cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

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Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

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Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

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Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

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Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

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29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

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Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado