LA INDIGNIDAD

Para La Linterna Azul LA INDIGNIDAD Orlando Clavijo Torrado Según informó el periódico cucuteño La Opinión en dos ediciones y en amplias páginas centrales, el tribunal llamado Jurisdicción Especial para la paz o JEP sesionó en Ocaña los días 26 y 27 de abril del año en curso. Todo el montaje, la parafernalia y el show era para que los exmilitares involucrados en el asesinato de humildes muchachos de Soacha, en el 2007, confesaran públicamente y pidieran perdón. Las madres y otros parientes de las víctimas habían sido llevados a Ocaña convenientemente. Por supuesto que nadie decente en este país aprueba el sacrificio de los jóvenes, entre los cuales había, según se dice, alguno o algunos con deficiencias mentales. Sin más, se trató de un crimen. Y los ejecutores deben ser castigados. Pero quienes busquen el cobijo de la JEP, con la obligación tácita de aceptar cuanto se les impute, y ojalá que metan en el cuento a otros, sobre todo a miembros de la Fuerza Pública y del gobierno, obtendrán el perdón. Así está diseñada la justicia para el cuestionado tribunal. En los textos del diario local de entrada se advierte que las manifestaciones de arrepentimiento de los militares obedecen a un libreto escrito no por ellos sino contra ellos mismos. Es innegable que se trató de un concurso del que se mostrara más indigno, una competencia entre el general, los cuatro coroneles, otros cinco oficiales de diversos grados y un civil. No exagero: ninguno quería que le quitaran el primer puesto por ser el más perverso, el más deshonrado, el más vil, el peor. Y del que ensuciara más al glorioso Ejercito Nacional. Por supuesto, repetimos, que los responsables de los asesinatos de los jóvenes deben arrepentirse y pedir perdón, pero también en el pedir perdón se requiere dignidad, es decir, no agregar más indignidad a la indignidad inicial. Algo inconcebible en la carrera de un militar. Dice el refrán español: quien mucho se baja, el culo enseña. Los miembros del tribunal y los invitados por la izquierda se deleitaban viendo la humillación de nuestras tropas. Pero las madres y los deudos de los fallecidos, sin duda manipulados, no quedaron contentos con las confesiones y relatos macabros y con la petición de perdón. Salieron a la calle portando carteles que decían “Queremos la verdad” y frases semejantes. El más tonto sospecha cuál era la verdad que reclamaban: que los militares acusaran al doctor Álvaro Uribe Vélez, el único presidente que se atrevió a enfrentar las guerrillas comunistas, y el que al término de su mandato dejó virtualmente derrotado al grupo de las Farc. Eso no se lo perdona la izquierda. Aunque el ministro de Defensa cuando ocurrieron los llamados por los periodistas “falsos positivos” era Juan Manuel Santos, y razonablemente sería quien tiene que responder por la conducta de sus subalternos, la rabia no lo toca a él. Sencillamente porque gracias a dicho señor cuando llegó a la presidencia lograron inmensos beneficios: reorganizarse, aumentar la producción de coca, la impunidad por sus crímenes, un tribunal para que investigue y sancione a la fuerza pública y a los integrantes del gobierno que los combatieron, y el regalo de curules en el Congreso de la república. El 2 de mayo 2020, hace exactamente 20 años, las Farc atacaron una humilde iglesia de Bojayá, Chocó, con un cilindro-bomba. Allí estaban refugiados los habitantes del pueblo por escapar del fuego entre las Farc y las Autodefensas Unidas de Colombia-AUC -. Con el cilindro-bomba mataron 80 humildes campesinos afrodescendientes, entre los que había 48 niños. ¿Cuándo la JEP convocará una audiencia pública para que los senadores de las Farc y demás dirigentes pidan perdón? Creo que nos quedaremos esperando algo semejante al teatro de Ocaña. Apostilla: En los momentos en que redacto este artículo, 130 soldados están acorralados en una base militar en el área rural de Tibú por centenares de campesinos cultivadores de coca. Es algo que solo en Colombia sucede. En la mayoría de países del mundo el Ejército se hace respetar. ¿La razón del secuestro? Que los soldados están cumpliendo con el deber de erradicar las matas de coca. Un antiguo oficial de la Policía Nacional amigo repetía un adagio muy simpático: no hay cosa más horrible que un muerto armado. De ahí que nos preguntemos: ¿para qué mandan soldados armados hasta los dientes si unos cocaleros portando machetes y palas y garrotes los hacen correr y encerrarse? ¿Perdió nuestro Ejército su dignidad ¿Hasta cuándo hará el ridículo mostrando unas armas que no puede usar? ¿No será mejor que doten a los escuadrones de escapularios para protegerse? orlandoclavijotorrado@yahoo.es … 14 de mayo de 2022.