martes, 15 de mayo de 2012
PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”
NOS DUELE OCAÑA
Orlando Clavijo Torrado
Uno se pregunta cómo es posible que en pequeños pueblos en donde prácticamente hay más Policía y Ejército que habitantes civiles - casos de Hacarí, San Calixto y Teorama, y como ocurre hace tiempos en Arauca -, cada vez que los insurgentes quieren atacar lo hacen desde cualquier esquina, o en cualquier camino, cogiendo siempre desprevenidos a los hombres del orden. No hay espionaje o averiguación para descubrirlos y evitar pérdidas de vidas y ruinas de edificios, viviendas, oleoductos, puentes y carreteras. Indudablemente los rebeldes han logrado mayor infiltración de la que pudiera ejercer en ellos la fuerza pública. Por ningún lado se ven las estrategias. Luego de que los guerrilleros han atacado a mansalva dejando numerosas víctimas surge “la intensa persecución” que llaman los comunicados oficiales, a veces con más muertes porque los perseguidores han caído en una emboscada; los cazadores terminan cazados.
Algo muy grave está aconteciendo. No quiero aventurar conjeturas, pero los interrogantes son muchos.
La turbulencia se trasladó ahora a Ocaña con la aparición de bandas juveniles, bandas de verdadero terror, en varios sectores de la ciudad pero particularmente en los barrios marginales. Decir aparición no es correcto porque si se hubiere hecho un estudio del comportamiento de esas comunas, un seguimiento, una labor de inteligencia, no estaríamos sorprendidos. Tampoco se puede hablar de fenómenos de violencia porque esas situaciones se venían cocinando, no son nuevas, sólo que ninguno las intuía, pasaban desapercibidas, y no había una política de prevención de parte de nadie. De esa falta de prevención son responsables, además de la Policía y los organismos de administración y control municipales, los directores o rectores de centros educativos que deben tanto educar como estar integrados con autoridades como Bienestar Familiar, Fiscalía, Procuraduría, Defensoría y la misma Policía para advertirlos de conductas inclinadas a la delincuencia de sus alumnos o de peligros de vicios en que éstos puedan caer.
En fin, se trata de implementar programas múltiples para conseguir que la paz del municipio no se siga deteriorando, o mejor, que nunca más se deteriore.
Ocaña no merece los estigmas de ciudad violenta, de ciudad insegura, de ciudad peligrosa. Su historia, su tradición señorial, su calidad intelectual que la hace reservorio de la Patria, su atractivo turístico por el calor humano y sus monumentos y patrimonio inmaterial, se resienten ante la acometida de unos cuantos que no la quieren bien y les importa poco desprestigiarla. También la indiferencia y la falta de compromiso y de identidad son enemigos de cuidado a los que es preciso combatir con franqueza y decisión.
Quieran Dios y la protectora Virgen de Torcoroma que la racha de sangre termine ya. Porque nos duele de verdad cuanto está sucediendo en esta hermosa tierra.
orlandoclavijotorrado.blogspot.com
12 de mayo de 2012
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
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