jueves, 29 de noviembre de 2012

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA” COMO UN REGALO DE NAVIDAD Por Orlando Clavijo Torrado Aunque la carretera es un desastre, yo gozo con cada viaje que hago a Ocaña. Sin embargo, hoy hablaré de otro gozo mayor. Pero tratemos de lo primero. Los precipicios, por supuesto, me impresionan pero no me asustan, quizá por tantos años mirándolos; las moles inmensas de las montañas y su tapete verde me conmueven, y disfruto hasta recolectando los avisos simpáticos que veo a cada momento, como uno en el caserío El Tarrita que dice: “Celaban ( se lavan) mulas y carros” (tal vez el campesino que ofrece el servicio piensa que un tractocamión - o tractomula o simplemente mula - no es un carro), u otro que encontré en la carretera al santuario del Agua de la Virgen: “ Se vende esta finkita”. Vamos ahora a lo segundo, al gozo mayor, a los milagros de la Virgen de Torcoroma, porque en esta ocasión la Santa Patrona estuvo entre nosotros – claro que siempre lo está -. Cuando mi hijo Jaime me informó del avance del padecimiento de su esposa por un dengue hemorrágico, que se le derivó en neumonía severa, con peligro para la criatura que esperaba, le entregué la estampa de la Virgen de Torcoroma que llevo en el bolsillo, para que ella la tuviera. Diecisiete días del presente mes de noviembre luchó la joven contra la dolencia, siete de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital universitario Erasmo Meoz. Un lunes el pronóstico médico era alarmante; su vida corría inminente peligro, con pocas esperanzas de mejoría; la criatura en su vientre había fallecido; Isabela era el nombre que le habían elegido. Jaime me decía que en casos semejantes un médico no quisiera serlo para no saber y sufrir y esperar cada episodio que se avecinaba. Para él, entonces, el tormento fue mayor. La reversión de la enfermedad fue lenta, crispante. Me consta la atención esmerada que le brindaron a mi nuera, particularmente el doctor Hernando Gómez Prada, compañero de mi hijo en el colegio Calasanz y su colega, así como puedo dar testimonio de la dedicación de todo el equipo de médicos y enfermeras. La calificación de su trabajo no puede ser menos que excelente. La intuición, la creatividad y el profesionalismo de quienes están adscritos a la sala especializada hicieron que no fuera necesario acudir a procedimientos extraordinarios mecánicos para mantenerle su respiración pues confiaron en que ella podía responder por sí misma y resistir la prueba. A todos ellos mi familia entera les rinde un tributo de gratitud e invoca a su favor todas las bendiciones celestiales. Leí alguna vez que un galeno se quejaba de que si el paciente se salvaba se atribuía el hecho a un milagro, y si se moría era culpa suya. En febrero de este año escribí una croniquilla que titulé con las palabras de un cirujano: “¡Otro milagro de la Virgen de Torcoroma!”. Quiero recordar un poco el final de la historia. Cuando el cardiólogo que iba a operar a Eduardo Peñaranda Torrado le notificó que él no era el paciente que buscaba, que era otro, y Eduardo le insistió que era él, los apellidos le llamaron la atención al médico, por lo que le preguntó: “¿Usted es de Ocaña?”, y ante la respuesta: “Soy de Ábrego, cerca a Ocaña”, el cardiólogo exclamó “¡Otro milagro de la Virgen de Torcoroma!”. Eduardo me refirió más detalles después de que publiqué mi escrito: su familia se puso a llorar de alegría, se abrazaron y finalmente se arrodillaron en el pasillo de la clínica para rezar, acto al que se les unió el facultativo. Quiero significar que sin duda el Todopoderoso obra a través de sus siervos, en este caso los médicos; ahora, la fe y los ruegos a la Madre de Dios redundan en milagros, como este, patente en la vida de Gladys Rebolledo Navarro. La ciencia y la fe se mezclan, se entrelazan indisolublemente, al punto que es difícil discernir en donde termina la una y empieza la otra o actúan conjuntamente. Ya tenemos anotada en la agenda la visita al lugar de aparición de la Virgen en la florida montaña de la Torcoroma, con colocación del exvoto en los muros exteriores de la ermita. Buscaremos algún espacio entre los centenares de reconocimientos que los tapizan. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 26 de noviembre de 2012.

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Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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50 años del Diario La Opinión

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cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

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Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

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Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

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Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

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29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

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Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado