CRONIQUILLA
EL MILAGRERO
Orlando Clavijo Torrado
Estos, por supuesto, no son tiempos en que Jesucristo en persona se aparece a realizar prodigios como los de aquella época. Tampoco se trata de pedir una casa y ¡zas!, la tenemos; de desear una novia, y ¡plaf!, salta a nuestro lado una bella muchacha dándonos besos. No. Hoy Dios sí continúa haciendo milagros pero usando nuestras propias facultades y a través de otros instrumentos y circunstancias muy bien urdidas que en un principio no comprendemos.
Bien: pues no hace mucho vi a un milagrero en pleno parque Santander de Cúcuta. A los curiosos no les llamaban la atención los chicos que se plantan disfrazados de estatuas en pos de una moneda, ni un hombre atado a una cruz con cabuyas con un cartel de “desplazado”; preferían rodear al predicador. Yo me acerqué al círculo de mirones atraído por su potente voz: “¡Llegó la salvación, aleluya!” “Deja entrar a Jesús en tu corazón, hermano”. “Cree en él, ten fe, y deja todas tus miserias, tus pecados, tus enfermedades y tus necesidades en sus manos”, clamaba.
Un baldado conocido porque durante años ha pedido limosna al pie de la puerta principal de la catedral avanzó dificultosamente y logró puesto en segunda fila. El presunto taumaturgo anunciaba que veríamos maravillas allí mismo, y mantenía el morbo de la audiencia con un largo discurso de citas de las Sagradas Escrituras y la promesa de que ya se acercaba la hora de contemplar sus poderes. “Yo conjuro a todos los demonios a que salgan de esta amada ciudad”, gritaba el hombre con gran prosopopeya. “Conjuro a la maldad a que salga, conjuro a la envidia, a la pobreza, al desempleo, a la carestía, a la brujería, al mal de ojo, a los chanchullos y a los chanchulladores, a los políticos, a los guerrilleros, a los paramilitares, al bolívar devaluado, a los peajes de San Simón, a los pimpineros que cobran cara la gasolina, al salario mínimo, conjuro a Piedad, a Chávez, conjuro al invierno, a los huecos de las calles, al desorden, a la falta de autoridad, a los derrumbes, conjuro…” – yo pensé, a Raimundo y todo el mundo – . El tipo mentó de todo. Y con los puños empujaba a tan innúmeras huestes enemigas de la felicidad humana, al tiempo que profería: “¡Fuera, fuera, largo de aquí, no quiero verlos más, salen ya!”, y uno se figuraba saliendo precipitadamente de los cuerpos y las almas de todos los cucuteños a esa multitud de demonios como en aquel episodio evangélico en que los mismos pedían a Jesús que los mandara entrar en una piara de puercos.
El milagrero indagó a la concurrencia: “¿Alguien quiere ser sanado en este momento?”. El enfermo sacó la cabeza y dijo: “Yo, señor”. “¿Qué te pasa, hermano?”, le preguntó. “Que no puedo caminar”, respondió el minusválido. “Pues yo te mando que camines ya, en nombre de Jesús”. El pobre hombre soltó las muletas y quiso avanzar hasta la mitad del ruedo en donde lo esperaba el curandero, y ¡preciso!, se fue de bruces contra el piso. La caída fue tal que el público rió de buena gana. Sin embargo el predicador insistió: “¡Yo te ordeno que camines, ¿o es que no tienes fe?”. El pordiosero contestó: “Fe sí tengo, lo que no tengo son patas”.
Ante el fracaso del milagrero y entre la carcajada general se disolvió la asamblea. El tullido recogió las muletas y fue a echarse de nuevo a la puerta de la catedral. Y todos los desocupados cogimos cada uno nuestro camino.
orlandoclavijot@hotmail.com
Cúcuta, 13 de enero de 2011.
lunes, 17 de enero de 2011
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- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
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