lunes, 11 de junio de 2012

Para el semanario La Provincia de Ocaña. EL SACRISTÁN Orlando Clavijo Torrado El escritor inglés William Somerset Maughan es autor de un cuento con este mismo título. La sustancia de su relato es el analfabetismo del protagonista que a la postre le sirvió para realizar grandes negocios; mi héroe, por el contrario, tiene otro cariz. Fue el padre Luis Antonio García Lemus quien lo contrató de sacristán. No recuerdo su nombre, pero me suena como Armando; de origen ocañero; tendría algunos dieciocho años o menos; de piel blanca, talla elevada y, según escuchaba yo a su alrededor de boca de las chicas, “muy simpático”, que era como decir de buena presencia. Varios “pegoticos” (1) nos metimos a oficiar como acólitos, más que por piedad y deseos de servir en la casa del Señor por otra cosa, propiamente, porque nos parecía divertido y nos sentíamos importantes llevando sotana blanca, tocando las campanas, portando la cruz alta y los cirios, ayudando a bautizos, matrimonios y entierros - por los que nos pagaban una suma que nos parecía fabulosa y alcanzaba para un buen puñado de caramelos – y repitiendo sin entender ni pío las frases en latín “confiteor Deo Omnipotenti” y “mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa”. En verdad no sé cómo nos libramos de que nos hubiera causado algún daño físico grave, ya que el hombre era dañado, corrompido (2). Véase si no: mientras el sacerdote despachaba el sermón, el tipo nos convocaba a la sacristía para que lo viéramos fumar un cigarrillo que despedía una deliciosa fragancia, tal vez Lucky Strike o Marlboro; de pronto se soltaba a bailar retorciéndose y terminaba prácticamente haciendo streap tease. No puedo negar que, inocentes de cuanto significaba, aquello nos producía verdaderos ataques de risa. ¡Qué tipo tan gracioso! El espectáculo duraba el tiempo de la homilía; cuando calculaba que el sacerdote iba a concluir, se arreglaba rápidamente y salía a recoger la limosna, todo solemne y estirado como un santo. Dado su éxito con las mujeres, a falta de un lugar privado para besarlas las llevaba al cuarto de las imágenes sagradas, y allá, ante la mirada de San Antonio de Padua, la Magdalena y compañía, las apercollaba contra el muro. El padre García en una ocasión lo sacó a fuete. El gobierno de este sacristán finalizó cuando se le antojó robar la alcancía de la Virgen del Carmen. El párroco llamó a mi padre para referirle lo ocurrido y oír su consejo. Aquella mañana aún no se sabía quién era el ladrón. Mi papá, cual un Sherlock Holmes, examinó la escena del crimen y buscó huellas. “¡Aquí están!” le dijo al presbítero. Entre los dos siguieron las pisadas de unos zapatos Croydon, “pata grande”, que partían de la columna en donde estaba adosada la alcancía, cruzaban la iglesia, y salían por una puerta lateral, pero se perdían en el empedrado de la calle. Sin embargo, volvían a aparecer en el solar de la casa cural y continuaban en dirección al monumento de la Virgen de Fátima, claro indicio de que el salteador había emprendido viaje fuera del poblado, presuntamente hacia Ocaña. Se alertó a la Policía y ésta pronto capturó al sospechoso. Lo pusieron a cantar, y cantó muy bonito su delito. El dinero, sin embargo, no se recuperó. En aquellos tiempos existía la sanción policiva de destierro, de manera que el alcalde se la aplicó para que de por vida no regresara por el contorno. El sacristán, entonces, abandonó el pueblo dejando tras si el aroma de los cigarros, a las doncellas suspirando, al padre enojado y la alcancía de la Virgen vacía. (1) Pegoticos: niños. (2) Corrompido: El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua no trae el adjetivo corrompido sino corrupto. Sin embargo, está extendido el uso del término y gramaticalmente es perfectamente explicable. Varios diccionarios modernos sí acogen corrompido. Viene del latín corrumpere. orlandoclavijotorrado.blogspot.com 9 de junio de 2012.

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Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

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50 años del Diario La Opinión

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cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

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Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

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Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

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Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

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NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

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COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

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Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

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29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

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Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado