PARA EL SEMANARIO LA PROVINCIA DE OCAÑA
UNA ILUSIÓN DE NAVIDAD
Orlando Clavijo Torrado
Según lo supe hace poco, los chiquillos de la familia, que en aquellos días no pasaban de los siete años, al oír que se acercaban las doce de la noche, se ocultaron bajo la mesa del comedor a espiar el momento en que llegaría el Niño Jesús con los presentes y los acomodaría en el pesebre. Por el jolgorio, la animación, las libaciones y el bullicio ninguno de los grandes se percató de la desaparición por unos minutos de la gente menuda. Desde su escondite observaron cómo la abuela depositaba el Niño Dios en la cuna de paja. De pronto, pensaron, el Niño se levantaría y llevaría los aguinaldos al árbol de Navidad, mas no ocurrió así: el abuelo y otros, a continuación, la ayudaron a ponerlos. ¡Ah! Descubrieron el misterio: los abuelos, los padres, los tíos y los padrinos eran quienes daban los obsequios.
Sobre esa piadosa y tierna mentira se ha escrito mucho, pero unánimemente se coincide en que es una bella ilusión que todos tuvimos en los albores de nuestra vida. Después viene la explicación para el desconcertado muchachito de que si bien el propio Niño Jesús no viene a traer los regalos sí les proporciona a los padres los medios para que los adquieran.
Los que hoy somos viejos también nos extrañábamos en aquella lejana época de que nos mandaran a dormir temprano el día de la Nochebuena, pero aceptábamos entusiasmados porque de encontrarnos Jesús despiertos no nos dejaba nada dentro de los zapatos, o debajo de la almohada o de la cama. (El árbol de Navidad como sitio para colocar los regalos es relativamente nuevo). No faltó el picarón que simulaba dormir y alcanzó a ver al papá en calzoncillos poniendo el juguete.
Entre nosotros los regalos navideños se entregan al amanecer del 25 de diciembre; en España, el 6 de enero, y son los Reyes Magos los portadores o, en alguna provincia, el Cagatío, un muñeco al que hay que alimentar todos los días, y el que entre más coma más expulsa regalos. En Alemania, el 5 de diciembre, víspera de San Nicolás, éste furtivamente deja los regalos.
La tradición de la carta al Niño Dios no se ha perdido, aunque de un tiempo acá el Papá Noel o Santa Claus son los destinatarios en el Polo Norte. En la vecina República Bolivariana, pese a que el presidente Chávez vetó el ingreso de Santa Claus por ser imperialista, ya a Santa no lo arrancan del corazón de los venezolanos.
En el pretérito como en el presente, con qué suspiros y ensoñación escriben los niños sus cartas pidiendo el regalo de Navidad. Todos juran que merecen un buen paquete porque han sido buenos durante el año, o los desobedientes, maleducados o vaguitos en el estudio prometen comportarse.
La inocencia de la infancia es lo más hermoso; los mayores debemos contribuir a que esa gracia no se esfume tan pronto pues no son descriptibles ni comparables los goces del niño en el mundo de magia y de felicidad que él se construye.
Finalmente, para todos mis amables lectores, inmensas alegrías y venturas en estos días navideños y en el comienzo y a lo largo del Año Nuevo.
orlandoclavijotorrado.blogspot. com
27 de diciembre de 2011.
lunes, 2 de enero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Datos personales
- Orlando Clavijo Torrado -
- Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
- Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario
No hay comentarios:
Publicar un comentario