lunes, 6 de febrero de 2012

PARA EL SEMANARIO “LA PROVINCIA DE OCAÑA”

UNA LECCIÓN DE MONSEÑOR RODRÍGUEZ
Orlando Clavijo Torrado
Tuve la fortuna de recibir mi primera comunión de manos de monseñor José Francisco Rodríguez Salazar, el que me obsequió un gran afiche del Sagrado Corazón a cuyo respaldo escribió una dedicatoria poética, como acostumbraba. Dicho cuadro dio tantas vueltas en los trasteos hasta que desapareció, con mi inmenso pesar.
Pero de los muchos recuerdos que conservo de él hay uno en especial impreso en mi memoria. Monseñor – aún no era monseñor sino simple cura párroco – llegó un día a nuestra escuela urbana de niños y tomó el Libro de Lecturas del tercero de primaria y al azar lo abrió en la página que contenía una fábula de Rafael Pombo, la titulada “La gallina y el cerdo” que dice así: “Bebiendo una Gallina/De un arroyuelo,/A cada trago alzaba/La vista al Cielo,/Y con el pico/Gracias daba a quien hizo/Licor tan rico./-¿Qué es eso? gruñó un Puerco, /¿Qué significa/Tan ridícula mueca?/Y ella replica:/-Nada, vecino./La gratitud es griego /Para un cochino./Pero no hay alma noble/Que no agradezca/Hasta una gota de agua /Que se le ofrezca;/Y aun la Gallina/ Siente la inagotable /Bondad divina.
El padre nos preguntó si habíamos entendido el poema. Hoy los niños de siete u ocho años sí comprenden todo, o demasiado. Los de mi generación y unas cuantas después –y no se diga las anteriores - nos demorábamos en entender las cosas, éramos ingenuos, bastante caídos del zarzo. Pues el buen sacerdote nos fue explicando con gestos y palabras el significado de la fábula. Aquel trocito: “¿qué significa tan ridícula mueca?” – palabras del marrano - nos hizo reír mucho.
Pero en donde quedamos más perdidos fue en la parte: “la gratitud es griego para un cochino”. El padre Rodríguez nos hizo una buena disertación acerca de que existían muchos idiomas en el mundo y uno de los más difíciles de aprender por su escritura enrevesada y su lectura era el griego, de ahí que si tan ininteligible como era el griego para cualquier humano mucho más para un puerco, cómo sería para éste la gratitud.

Confieso que si me remonto a esas clases de la primaria no recuerdo con claridad sino muy pocas, pero esa charla de monseñor, no sé por qué – quizá por la riqueza de la fábula y el abrirme el entendimiento para entenderla – , nunca la he olvidado.
¡Ah!, excepcionalmente, hay otra clase que también rememoro: aquella del maestro – en esa época no eran profesores sino maestros – en que hablando de las grandezas del Libertador afirmaba ante nuestros atónitos ojos que el salto que había dado de la ventana de su alcoba a la calle en la noche septembrina era tan grande por la inmensa altura que solo un hombre como él lo podía hacer. Bolívar se convirtió desde entonces en mi ídolo, admirado por su incomparable fortaleza y por sus hazañas como las de Tarzán, el Llanero Solitario, Tomahaw y los superhéroes de entonces. ¡Qué desilusión! Con el tiempo fui a comprobar al Palacio de Nariño aquella altura y encontré una ventana casi pegada al piso. (Mis padres tenían una expresión de compasión: “mamía”, tal vez contracción de “alma mìa”, equivalente a “pobrecito”. Entonces diríamos: ¡Ay, mamía el profesor!).
¡Qué grabadora y qué disco duro es la mente de un niño! Serían incontables las homilías en misas y los mensajes en sus programas radiales que le oí a monseñor Rodríguez, pero aquella primera lección suya en mi lejana niñez sobre la gratitud, como se dice comúnmente, marcó mi vida, procurando hasta lo máximo practicarla. ¡Cuántas vidas se salvarían, cuántas honras, cuántas fortunas, cuántos destinos, cuántos matrimonios, cuántos momentos felices, cuántas relaciones entre hermanos, amigos, vecinos, y con los benefactores y con todos aquellos que tienden su mano generosa y noble en un momento propicio y de necesidad, si fuéramos agradecidos!
¡Qué me resta sino decir después de tantos años: gracias, monseñor Rodríguez, por esa bella y provechosa lección!

orlandoclavijotorrado.blogspot.com
25 de enero de 2012.

No hay comentarios:

Datos personales

Mi foto
Cúcuta, Norte de Santander, Colombia
Casa-Museo General Francisco de Paula Santander - Villa del Rosario

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
PORTADA

50 años del Diario La Opinión

50 años del Diario La Opinión
cena en el Club del Comercio - 15 de Junio de 2010 - Columnistas

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Orlando Clavijo Torrado y Luís Eduardo Páez García junto a la foto del General Mateo Torrado, tío bisabuelo del primero, quien la donó. Don Justiniano J. Páez, abuelo del doctor Luis Eduardo, en su obra histórica al referirse a la guerra de los Mil Días, da fiel cuenta de las acciones del General Torrado en la contienda, en virtud a haber actuado como su secretario.

Museo Antón García de Bonilla

Museo Antón García de Bonilla
Hermanos Clavijo Torrado, Orlando, Nora, Edilia y Olga. Julio de 2010, Ocaña - Junto a la bandera con la imagen del Libertador Simón Bolívar bordada por señoras de Ocaña al conmemorarse el primer centenario de la independencia (1910).

EN EL AGUA DE LA VIRGEN

EN EL AGUA DE LA VIRGEN
Orlando Clavijo Torrado, sus hijos, nietos y primos.

CERCA DE LAS ESTRELLAS

CERCA DE LAS ESTRELLAS
CONTRAPORTADA

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila

NI TAN CERCA DE LAS ESTRELLAS - Gustavo Gómez Ardila
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

MONOGRAFIA DE BUCARASICA - Olger García Velásquez

MONOGRAFIA DE BUCARASICA  - Olger García Velásquez
COLUMNA DEL 2 DE JUNIO DE 2009 - DIARIO LA OPINION

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007

Posesión como miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, Cúcuta, 17 diciembre 2007
Con sus hijos, de izquierda a derecha Cesar Octavio, Jaime Mauricio, Silvia Andrea y Orlando Alexander Clavijo Cáceres

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"

LANZAMIENTO LIBRO "CERCA DE LAS ESTRELLAS"
29 DE MAYO DE 2009. CÚCUTA.

En la Academia de Historia de Norte de Santander

En la Academia de Historia de Norte de Santander
Padre Edwin Avendaño, José Antonio Toloza (Q.E.P.D), Secretario de la Academia, y Orlando Clavijo Torrado